Sábado de Diablo Mudo 2017

18 de marzo de 2017, día para enmarcar en la historia de Las Tribulaciones de Sara. Ese es el mayor resumen que se puede hacer del día de ayer. El cuarto sábado de romanos siempre es especial en nuestro calendario, pero este año además de ser celebración de nuestro X Diablo Mudo aconteció un acto muy esperado por todas nuestras hermanas, celebramos la I Comida de Hermanamiento con un cuartel, y siendo este, nuestro mayor referente, Las Hijas de Salfad.
El día se presentaba radiante, la mesa preparada y en torno a las 14.00 horas comenzaban a llegar  las hermanitas del II del Consuelo. Los nervios erizaban el vello pero tras una primera presentación y con una asistencia de la mitad de hermanas representando a ambos grupos nos dispusimos a comenzar la comida.
Fue nada más ascender nuestras escaleras cuando nos dirigimos a mostrarles los rincones de nuestra casa-cuartel y unos minutos más tarde la bendición de la mesa fue un hecho.
Nuestro bombo comenzaba a vibrar y tanto en manos de las hermanitas de Las Hijas de Salfad como de Las Tribulaciones de Sara sonaba para dar fondo a las cuarteleras y cánticos coreados que sonaban en nuestro salón. El sonido de aquellas voces se entonaba diferente a cualquier otro día, al unísono diecinueve mujeres hacían sonar la melodía de la Cuaresma.
Las intervenciones comenzaban y el protocolo dio comienzo a bonitas palabras por ambas presidentas. 
El paso de las horas hacía dar una comida aun más distendida, confortable y de vivencias para todas las mananteras que conformábamos la mesa. 
El vínculo estaba creado, y cada vez los lazos se iban tejiendo más y más estrechamente, es por ello que nos gustaría destacar un regalo especial y con el cariño encerrado en la primera cuartelera de nuestro grupo engendrado por las hermanas de Las Hijas de Salfad.

Por fe Sara recibió,
el vigor para ser madre,
Dios un hijo prometió,
el milagro se hizo carne,
y un cordero le ofreció.

El postre se acercaba y con ello los regalos preparados por ambos cuarteles se hacían entrega. El atardecer comenzaba a empujar y sin quererlo por todas las presentes era necesario levantar la mesa.
Tras nuestra foto tradicional con las invitadas nos dispusimos a fundirnos en abrazos de hermandad y distinguir el agradecimiento por el acto vivido.



La noche se apresuraba precedida de una comida memorable junto a las hermanas de Las Hijas de Salfad. 
La cuarta subida al Calvario, como cada año, es acompañada en la mesa por antiguas costaleras del Señor de las Penas, llevando siempre el vínculo por el que casi todas las hermanas del cuartel hemos pasado.
Nuestro mesón adelantaba su horario de apertura y nuestras invitadas acudían a la cita un año más. Los primeros abrazos y reencuentros, tras un año de espera, se iban fundiendo, y los recuerdos y sentimientos comenzaban a emanar.
Nos encaminamos a dar comienzo a la primera parte de la noche, y con la inercia recibida de la gran convivencia celebrada, las cuarteleras se comenzaban a entonar. De forma especial nuestras hermanas Isabel y Cristina cantaban la cuartelera que nos regalaron Las Hijas de Salfad unas horas antes, y tras finalizar, su canto se hizo presente en la mesa.
La hora de tomar en orden descendente nuestras escaleras llegaba, e inmortalizando la estampa en la puerta de nuestro cuartel recorríamos cuesta Romero hasta llegar hasta la iglesia de nuestra titular.
Unos metros más arriba y precediendo la formación de Los Ataos, nos preparábamos para participar de las filas traseras de la banda de música, desfilando como cualquier otro sábado de Cuaresma.
Fueron unos minutos más tarde cuando a ritmo de pasodoble y sin parar el compás de los pies tomábamos rumbo a la cumbre del Calvario.
Allí, ubicándonos en nuestro punto referente, recibimos a familiares y amigos ofreciéndole una uvita como síntoma de fraternidad.
Poco antes de descender rumbo a la segunda parte de la noche, nos desplazamos a confraternizar con las hermanas de Las Hijas de Salfad, deseándoles una gran noche de Diablo Mudo.
Alrededor de las 00.30 horas regresábamos a nuestra casa-cuartel y el cálido consomé nos hacía embriagarnos de un aroma de noche cuaresmal. 
La hora de descolgar la cuarta pata de la Vieja Cuaresmera llegaba, y la presidenta tomaba lugar en el atril. Nuestra hermana honoró a la persona que recibiría esa noche la pata. María Esojo Rivas fue la encargada de dejar algo más coja, y acercar más nuestra Semana Mayor, siendo la merecida en la cuarta noche de Cuaresma.
Tras la lectura del Evangelio, tan sólo quedaba escuchar las palabras de nuestras invitadas.
En primer lugar María García, nueva invitada en la noche, nos comunicó su comodidad en la mesa y el gusto de haber podido compartir una noche tan especial. De igual manera Lola Gálvez y su hermana Gracia Gálvez representaron las palabras de gratitud de todas las invitadas costaleras, e hicieron entrega de un presente.
Por último Ana Carrillo cerró la noche manifestando su felicitación por el X Aniversario así como su gratificación por poder volver a compartir mesa con nosotras.





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