Sin duda llegó como llega siempre, con nuestra Semana Mayor recien empezada y con tantas ganas como cualquiera de las subidas anteriores para ver las cumbres de nuestra Puente. Era una noche especial, por lo que simbolizaba y por lo que sentimos en la mesa cada Domingo de Ramos. Invitadas siempre especiales y esenciales, hermanas emocionadas, y una vieja despatada que nos da tanta pena como cualquier año llegada esta fecha. La noche trascurria espectante, a cada palabra del atril, el protocolo se veía deslumbrante, y las invitadas se hacían partícipes y hermanas por una noche entre el resto de las hermanas de las Tribulaciones.
Llegamos al Calvario, y tan sólo nos apetecía entonar cuarteleras y escuchar los últimos misereres y stabat mater de nuestros grupos coloridos y ataos. Como ya tradicional dispuestas a rememorar lo que cada año acontece, tomamos Aguilar abajo para estimar lo que en Calle Ancha nos sacia la vista cada noche de Domingo de Ramos. El gallo anda lento, la turbia bengala corre una cortina que adormece el paso de los hombres que desfilan con marcha lenta, y entre tanto, señores romanos acompañan el paso de los hombres ataos.
La cena gustosa se aproximaba, y ninguna de las hermnaas quería marcharse sin entonar y corear al son del tambor. Quitemos pues la última de la vieja, en esta noche Macarena García fue la encargada de honorar a la hermana merecedora de la séptima pata de la Señora, Cristina Martín abrió el cortejo de la Semana Santa. Desde aquí la enhorabuena y la felicitación a todas las hermanas e invitadas que convirtieron la Cuaresma en nuestro Cuartel en mucho más que eso, Cuaresma.
