Como cada sábado la noche comenzaba entorno a las 21.00 en el mesón de nuestro cuartel. En esta ocasión parte de nuestras invitadas procedían del traslado que se realizó dicha tarde noche por la Hermandad de las Penas, y de como bien sabéis, muchas de nuestras invitadas en la noche de Diablo Mudo, son, o han formado parte de sus trabajaderas.
La noche comenzaba con algunas ausencias pero que tras la bendición y el primer brindis dedicado a estas daban percepción de tenerlas presentes.
No hubo que esperar mucho tiempo cuando el bombo y los golpes en la mesa sonaban roncamente, y nuestras hermanas comenzaron a entonar las bellas cuarteleras. Sin solución de continuidad, las coreadas llenaban el salón, al unísono el sonido de todas se convertía en uno, y las invitadas se mostraban una más en la mesa.
Tras la presentación por la vocal de protocolo de la presidenta, nos brindó su bienvenida.
Las hermanas del turno volvieron a sorprendernos como cada sábado, a las cuales, María Esojo y Beatriz Morales, le agradecemos tan ricos platos.
La noche se nos aproximaba rápidamente y levantábamos la mesa para ir a nuestro conocido rincón para enlazarnos tras los pasodobles de la Banda de los Ataos.
La cumbre se sentía repleta de gente, y así lo disfrutamos cada una del cuartel.
La hora de la bajada llegaba, y el turno de cocina nos tenía preparada una gran mesa de cena. Un consomé caliente descansaba los cuerpos tras una subida ligera, y el ambiente distendido en la mesa calmaba nuestras gargantas.
La palabra de la presidenta ya se escuchaba en el atril, y como dulce relato, Macarena agradeció a nuestra hermana Isabel Delgado, su amistad por tantos años, y el empuje para llevarla a formar parte de nuestro grupo. Las lágrimas distendieron por más de una mejilla, y nuestra hermana Isabel tomó palabra para agradecer dicha pata, y leer el evangelio de la noche.
