La noche comenzaba con la llegada de las primeras invitadas a nuestro cuartel, a nuestro mesón, al lugar de bienvenida y de presentaciones.
Tras la bendición de la mesa, la hermana presidenta tomaba el atril para dar la bienvenida a todas las presentes, repleta la mesa de nuevas caras, las cuales nos hicieron llegar su gratitud y disfrute de esta particular vivencia.
Tras la subida al calvario y el reencuentro con otras corporaciones, volvimos a nuestra casa para continuar con los cánticos y buenos momentos que discurrían.
De nuevo nuestra presidenta tomaba el atril, esta vez para agradecer a sus hermanas la unión y el apoyo recibido, los momentos de permanecer una al lado de otra, la amistad que trasciende fuera de esta casa, y las enseñanzas que en todo el camino trascurrido nos ha deparado. Nuestra presidenta, como símbolo de todo lo expuesto, decidió entregar la pata del quinto sábado de romanos, pan y peces, a quienes nutren a este grupo, sus hermanas, la sangre que oxigena a este cuerpo vivo al que llamamos corporación.
